8- Nací en los 80




Nací en los 80.
No los viví, pero nací en los 80.
Si quieres saber el año exacto, lo menciono en el post 2- El Hombre.

No viví en plenas facultades juveniles los 80, pero mi padre sí. Tampoco viví el sonido de los aviones y las alarmas en mi cabeza y la carrera al refugio antiaéreo o una postguerra, aunque mi abuelo sí. Estuvimos cerca, pero no estuvimos. Ni vimos uniformes por las calles, ni vimos a los Beatles en Las Ventas, ni charlamos con hippies que vestían pantalones de campana morados como tampoco escuchamos el zumbido de las motos adornadas con múltiples retrovisores de los mods.
Ni tupés ni chupas ni ilusión por la modernidad que nuestros padres apenas pueden llegar a comprender.

Pero sí veía a mi padre introducir casetes en la ranura frontal del interior del coche, -uno sin dirección asistida, ergo también vi como alguien sufre un esfuerzo moviendo las ruedas con el volante al aparcar- y después yo, por supuesto, tuve mi Walkman y mis propias cintas. Incluso grabé mis propia cintas.
En mi casa teníamos vídeo VHS, y también tuve que rebobinar antes de ver películas, con un lápiz a veces, y luchaba para meter bien la cinta negra dentro del estuche cuando se salía. Compré mis propias cintas VHS antes de la era DVD, quien tumbó por cierto al minidisk, y es indescriptible la sensación de poder tocar la dureza del plástico y admirar la caratula o releer el título la sinopsis una y otra vez de camino a casa.
Tuve una televisión enorme y cuadrada, incluso una que hacía a ratos rayas extrañas y había que golpearla en un costado para que funcionara correctamente de nuevo unas horas. Ahora pienso en los condensadores y tubos catódicos de su interior y pienso orgulloso aunque todavía insatisfecho que he leído mucho desde entonces. No he parado de querer leer “todo por dentro”.



Vi a mi abuelo en su habitación de cacharros trasteando transistores, vídeos, y demás aparatos, fascinado en su modernidad y acumulando también aparatos y cámaras más antiguas. También tenía cientos de pajaritos en jaulas y me enseñaba algún nacimiento o muerte de pollito. Recuerdo el olor a pajarera, y creo que hoy día tengo dos rosellas y adoro el olor de su jaula porque por un segundo estoy con él allí fascinado con sus pajaritos. Más cerca de los ochenta.

Siento una diferencia abismal con mi padre y su padre, no sé si al resto también le pasará, si es cosa mía o si es cosa de que ''los de los 80'' en adelante nos hemos tragado cierta modernidad o liberalidad que nos ha hecho avanzar mentalmente de forma que nos ha distanciado mucho de algún tipo de filosofía o de nuevo software mental, una actualización del pensamiento moderno 3.0 o algo así.

Soy de la última generación que tiene de cerca las generaciones de las épocas que tanto admiro.
Un enlace entre el fin del principio de la modernidad y el principio de la modernidad absoluta.
Solo espero que los que compartís mi generación, años arriba años abajo, junto a mí no seamos los únicos ni los últimos que valoremos tanto, tantísimo todo lo que nos dio artísticamente esa década. Esas décadas, qué importa.
Os lo ruego, seguid viendo y haced que vuestros hijos algún día vean a los Ghostbusters, Terminator, Los Goonies, Indiana Jones, E.T., Los Gremlins, Back to the Future, Star Wars... admirad y ponedles los dibujos de Mickey Mouse o Looney Tones, qué música, qué guiones, qué humor expirado por las nuevas consciencias.
Me pregunto ¿Sentirán las nuevas generaciones ese distanciamiento abismal para con nosotros?

Me pregunto si seguirá sonando El último de la fila, AC/DC, The Cure, Nacha Pop, Los Secretos, Bon Jovi, Queen, Michael Jackson en los reproductores del futuro.
Si se seguirá soñando con un mundo en el que te perdías caminando el mundo sin el mundo entero en tu bolsillo. Con una bici o con un patinete como corcel. Y nunca mirábamos nuestras manos, apenas recordábamos el reloj en nuestra muñeca, tan solo mirábamos adelante.



Temo que el formato digital nos haya hecho olvidar el formato físico... las suelas desgastadas y la camiseta sucia, las piedras en el bolsillo, la caratula y la cinta, el arroyo el río el canto de los pájaros el viaje de verano... el gran valor de las pequeñas cosas que cuando ya no cuestan, ya no son valiosas.

Se nos han ido el cielo estrellado y los grillos de la ciudad.
Se nos han escapado los niños que leen las nubes y cocinan con barro en portales de cuento.
Han rodado las canicas cuesta abajo y las peonzas se han quedado debajo de alguna mesa grande y pesada, olvidadas para siempre.
Y no han vuelto a girar jamás.

Y si podéis, y todavía os vais más adelante hacia el pasado, hacia el swing, hacia el jazz o hacia el Doowap que nos transporta a los años 40 y la caja de metal de cigarros porque dura más y fue un regalo de un buen jefe, ese invierno duro de guerra en la tierra y en el cielo, ese hit del verano de los 70 ''Un rayo de sol'' de ''Los Diablos'' y esa búsqueda de americanizar lo español porque allí todo es distinto y nos vienen de Londres noticias increíbles, y cine español de los 50 como “Bienvenido Mister Marshall” porque el año del hambre me lo cuenta mi padre de su padre y yo ni he conocido el NoDo, ni he conocido la carestía, ni he conocido a un solo campesino en toda mi vida, a pesar de que hoy he leído mucho sobre ellos y su papel vital en los primeros asentamientos neolíticos, sus negocios de intercambio extra muralla en la edad primera del hombre medieval y después en otro he leído y conectado su “revolución verde” que nos da de comer a todos y por eso mismo he terminado pensando también en Nikolái Vavílov y si realmente los nazis lo admiraban a él y a su trabajo, igual que los americanos admiraron a Von Braun, pieza clave en el programa Apollo y el viaje a la luna donde hay un cráter nombrado en honor a Nikolái: Vavilov.

Y no puedo dejar de sentir cierta nostalgia fresca y animosa por un mundo que aunque cambiado, sigue siendo el mismo, aunque mi telescopio pase demasiado tiempo enfundado porque la luz de la ciudad, su tecnología y su modus vivendi giren y hagan desaparecer a las estrellas del cielo en la oscuridad amarilla que expulsan las farolas que como un agujero negro absorben toda la luz -y a veces casi hasta los propios sueños- de los habitantes de las grandes urbes.

Siempre nos quedará la luna.

Esta fotografía la tomé la noche del 06 de Mayo del año 2020 con un
Celestron NexStar 6SE y la cámara del Iphone, sin filtros añadidos.

Volviendo a los 80...
Nací en los 80.
Y los vi irse, y les dije adiós.
No sin antes quedármelos.
Quedármelos para siempre.



Siempre termino mis posts con una cita especial, y estoy encantado de cerrar el nostálgico episodio de hoy -casi triste diría- con una cita algo más optimista.
¡Hasta la próxima amigos!



Mientras haya libros no existe el pasado.
Edward George Bulwer-Lytton



Comentarios

  1. Yo vivi Los anos 80, y con seguridad fueron anos maravillosos...para mi, con muchas descobiertas, amistad, de cultivar muchos suenos...las canciones de los anos 80 em Brasil, son cantadas hasta hoy...muchas lindas y buenas recordaciones...��������������������

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    1. ¡Muy bonito tu comentario! Eso me gusta, que todavía hoy día suenen esos himnos de antaño, sin duda alguna eternos, e himnos. ¡Un fuerte abrazo! :)

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